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9 de agosto de 2011

Acerca de la diosa televisión y de la lectura: consejos para no volverse tonto...

Cada vez más puede verse que la lectura está en retirada, y los medios audiovisuales lenta pero irremediablemente van ocupando su lugar, es un hecho que las nuevas tecnologías digitales centradas en lo audiovisual tienen un peso fenomenal.

¿Puede competir acaso un profesor con su clase magistral, o un libro, con el atractivo de una imagen colorida y en movimiento sumada a un mensaje sonoro? Sí, claro: puede competir, pero el resultado no será de los más alentadores. Todo indica que la lucha entre ambos polos es desigual, asimétrica, David contra Goliat.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura afirmó que en pocas generaciones más el maestro de carne y hueso irá pasando a ser una pieza de museo porque la mayor parte de la educación formal se hará a través de medios audiovisuales.

Aunque, de todos modos, la cultura de lo audiovisual, o más precisamente aún: de la imagen, que lo va envolviendo todo, está presente hoy día en todos los aspectos de la vida cotidiana, más allá de la televisión. La lectura serena y reflexiva no ha desaparecido, pero sin dudas está seriamente enferma. Hasta incluso en el mismo ámbito de la lectura va ganando espacio esa tendencia: la prensa escrita tiene cada vez más un formato televisivo, audiovisual, iconográfico (más imágenes que textos), y los libros más vendidos son: ¡los de autoayuda, los de auto-superación! (con letras bien grandes y que no exigen particular esfuerzo de síntesis crítica).

¿Por qué todo esto? ¿Qué hace que se prefiera cada vez más “copiar y pegar” a horas de lectura analítica? ¿Por qué el impacto de una imagen bien presentada?, son preguntas que caben hacer en nuestro ejercicio por el rescate de la cultura en nuestro país. Todos los diseñadores y asesores de imagen de lo que sea: publicistas, mercadólogos de la política, cosmetólogo varios, saben a la perfección que la imagen tiene una fuerza fenomenal comparada con un texto, siempre más “aburrido”, poco convincente, plano etc.

Que la especie humana es inteligente y realiza cosas maravillosas está fuera de discusión. Por lo pronto haber podido llegar a inventar estos ingenios tecnológicos que logran recrear virtualmente la realidad es un portento digno de admiración. Pero eso no quita que, en muchos aspectos, permanezca muy cerca de sus antepasados de la escala zoológica. Al igual que sus parientes no tan lejanos, los insectos voladores, la fascinación por la imagen deslumbrante que sigue habiendo en los humanos es evidente. Las “luces de colores” atrapan, al igual que el bombillo eléctrico lo hace con cualquier insecto volador. Para prueba evidente: toda esta civilización que comenzó a cundir desde el pasado siglo y que las tecnologías más desarrolladas aprovechan al máximo: la civilización basada en el “¡no piense, mire la pantallita!” de lo que sea: los videojuegos, el cine, el internet, las pantallas de los teléfonos móviles, y como hermana mayor de todo ello: la televisión. ¿Qué tiene esta nueva tecnología de las comunicaciones iconográficas que cautivó de una manera tan masiva a tanta población? ¿Por qué no para de crecer su auge? ¿Por qué “las luces de la ciudad” valga la metáfora en todo su más amplio sentido atrapan de ese modo 300.000 personas por día en todo el mundo?

¿Qué es la fascinación sino un dejarse llevar por una fantasía, por algo de algún modo ficticio? (imágenes virtuales). ¿Alguna vez pensamos por qué los logotipos de las marcas más famosas del mundo tienen todas los mismos colores: rojo, amarillo y blanco?

La imagen va de la mano de un cierto nivel de ilusión, artimaña: es la seducción personificada. La moderna cultura de las pantallas vendedoras de sueños y ahora todas estas, en versión tridimensional, y sin saber qué nuevos artificios podrán sumarse a la lista. En esta perspectiva se encaja también el crecimiento exponencial de los teléfonos móviles de última generación donde pareciera que lo más importante no es tanto la comunicación oral sino lo que muestra la pantalla.

Que la imagen tiene esta faceta “tramposa” es ya de largo tiempo conocido debidamente procesada y puesta al servicio de proyectos de poder sino véase : la televisión comercial que creció imparable estas últimas décadas, y es ya sabido que constituye un instrumento sumamente peligroso. Como un intento de demarcar su fabuloso poder, hago acá referencia de estos pequeños consejos que en muchas ocasiones quizás más de alguno ya se han mencionado, pero el compromiso que se tiene es igualmente incansable hasta lograr generar conciencia:

1. No hacer de la televisión el centro de los momentos en que la familia se reúne habitualmente.

2. Elegir los programas: no ponerse ante la televisión y ver qué hay.

3. Acabar cuando se acabe el programa elegido.

4. Limitar el tiempo de televisión a los niños y jóvenes en edad escolar.

5. No temer que los niños (ni los mayores) se aburran si no están viendo la tele.

6. Los estudiantes, de cualquier edad, no deben hacer sus tareas escolares frente a la televisión.

7. No poner aparatos de televisión en los dormitorios infantiles y juveniles.

8. No usar la tele como niñera.

Todo lo dicho para la omnipotente televisión puede hacer extensivo hoy a cualquiera de los nuevos ingenios audiovisuales que van poblando nuestro mundo, desde la agenda electrónica inteligente a las pantallas planas con tecnología LCD que se encuentran en cuanto lugar imaginemos (un baño público, estadios de fútbol, iglesias, moteles por hora), desde los nuevos teléfonos móviles hasta los dispositivos para tener sexo virtual sí, sí: ¡ante una pantalla, con lentes tridimensionales, en solitario! Por cierto, según encuestas confiables, valga recordar que alrededor de un tercio de las consultas a páginas electrónicas en internet son sitios de sexo virtual. ¿A eso nos lleva, en definitiva, la cultura de la imagen?

¿Y dónde queda la lectura crítica?

Los poderes saben lo que hacen. El auge monumental de las tecnologías digitales es buen negocio, indudablemente, hoy día sus productores comercializadores van siendo las empresas con uno de los mejores rendimientos económicos y entre ellos se encuentran las personas más ricas del mundo. Pero la cuestión es más que negocio: es también un arma de sujeción, de control político-ideológico.

De todos modos, lo que quiere hacerse notar ahora es que, en parte porque así lo deciden los poderes “nuestra ignorancia ha sido planificada por una gran sabiduría”, pero en buena medida también porque hay una lógica que se mueve sola y en cierta forma se escapó de todo control, la cultura de la imagen se entronizó y está dando lugar a un nuevo sujeto.

¿Cómo será el ser humano del mañana? No lo sabemos, y sentarnos a pensar eso puede tener mucho de adivinación inservible, útil solamente para pasar el rato. Pero de lo que no cabe duda es que se está construyendo un nuevo sujeto que pareciera puede echar por la borda una actitud crítica y pensante producto de años siglos, milenios de maduración. Las tecnologías sirven cuando son instrumentos que nos facilitan el diario vivir. Pero hay que convertir en campo de análisis que pasaría si empezamos a vivir para alimentarlas, si pasa a ser más importante la herramienta que el ser humano que la usa...

José Antonio López